miércoles, 3 de abril de 2013

Una lección de amor


Hace alrededor de dos meses me pasó algo en el camino a mi ex trabajo, que me marcó, me mostró que el amor de un padre a un hijo existe y que no solo se ve en las películas, me demostró que así como una madre puede dar la vida por su hijos existen hombres que también lo harían.

Siendo sincera yo no creía que existieran lazos tan fuertes entre la figura paterna y un hijo (quizás porque mi familia directa está liderada por una mujer que ha sido el mejor padre y madre que pude haber pedido en la vida y mis abuelos un gran apoyo)

Pero basta de mí, comencemos con el relato…  Era uno de esos días en los que te congelabas por las mañanas a causa de la temperatura ambiental pero a la 1 del medio día comenzabas a sudar indicando que el calor se avecinaba.  Y así me encontraba yo, sudando, cansada, aturdida por el calor, con dolor de cabeza después de un día muy pesado que había iniciado con escuela, continúo con prácticas profesionales y finalizaba con mi antiguo trabajo.

La ruta 18 era aquella que me llevaba directamente al edificio donde laboraba, siendo sincera SIEMPRE la he odiado. Aunque debo reconocer que es una de las mejores para mi gusto (hablando completamente sobre la estructura del camión).

Ya habían pasado alrededor de 20 minutos y el móvil se llenaba más en cada parada, yo me mostraba indiferente y hasta cierto modo “sangrona” al no voltear a ningún lado, simplemente veía los carros pasar a través de la ventana.

Tenía una visibilidad total del camión porque estaba sentada casi hasta atrás, aunque claro las personas paradas en la mitad de éste, dificultaban un poco mi espionaje hacia los presentes.

Al llegar al boulevard solidaridad mi cabeza estaba feliz porque al fin me bajaría del transporte aunque triste y estresada porque mi jornada laboral estaba a punto de iniciar. De un momento a otro noto que nos detenemos, lo cual no me sorprendió porque las paradas continuas son algo normal en los camiones. Mucha gente bajó y otra vez volví a tener una visibilidad total del camión. Solo un asiento se desocupó y exactamente atrás del conductor a un lado de la máquina que registra los pagos que hacemos al subir.
 
Observaba tranquilamente a las personas que ascendían por esa escalera y pasaban su tarjeta de descuento a través del lector cuando noto que un señor de edad madura, canoso y de lentes sube acompañado de un niño. Lo que captó mi atención es que ese asiento libre que quedó disponible para el adulto no fue utilizado por él, al contrario, el niño de alrededor 12 años de edad tomó el asiento como respuesta a la petición del hombre.

El infante tenía un físico muy puro y estético, a simple vista parecía un muñeco de porcelana que podía romperse, sus facciones eran muy finas, su nariz era delgada, su piel clara y su cabello castaño. “Qué falta de educación” fue lo que pensé después de que el niño aceptara el asiento.

El señor canoso no buscó siquiera otro lugar para sentarse, se quedó parado justo al lado del menor, que de un momento a otro comenzó a ponerse inquieto. Sus manos golpeaban el asiento de enfrente, no era un ataque de histeria ni nada así pero yo notaba un nerviosismo en él, un miedo y no entendía por qué.

-“Tranquilo aquí estoy, no te pasará nada, no te dejaré… solo estamos adentro de un camión. No te asustes al rato nos bajaremos”

El niño asintió con la cabeza y comenzó a mover sus extremidades superiores  como si buscara algo, el hombre suelta una de las manos con las cuales se tenía para no caer como causa al movimiento tan brusco y se la da.

-“Aquí estoy” repitió

En ese momento el niño seguía moviendo sus manos, pero ahora llegaban a la máquina lectora de tarjetas que estaba a su derecha, la analizó completamente y tomó de nuevo la mano del hombre a quien dirigió hacia el objeto.

-“Esto es la máquina dónde pones la tarjeta para subir al camión. Escucha”

El señor saca de la bolsa de su pantalón la tarjeta y la pasa por el lector, “Bip-Bip” es lo que se escucha y el infante suelta una carcajada. Después coloca su mano libre en el hombre del niño y callan.

El transporte sigue avanzando y mi parada ya era la siguiente, por lo tanto me levanto del lugar donde estaba y me dirijo a la puerta de salida que en esta ruta está ubicada en el centro del móvil. Ahora tenía una mayor vista de nuestros personajes y mis lentes de sol de hello kitty me ayudaban a disimular la atención que tenía puesta en ellos.

Un minuto después se desocupa el asiento exactamente detrás del niño y el señor lo toma. Al notar la ausencia  del mayor en su hombro. El pequeñín comienza a  inquietarse de nuevo y busca la mano que le hace falta como loco.

“Tranquilo aquí estoy, pero ahora sentado detrás de ti, soy tu papá jamás te dejaré. Te amo” –Le dice al niño mientras le da un beso en la parte trasera de la cabeza.

Al escuchar esto mi corazón se aceleró, mi garganta se hizo nudo y no pude contenerme a escribir la  historia.

El niño era ciego, él no tenía la oportunidad de disfrutar de las maravillas que nuestro sentido de la vista nos permite observar, él se espantaba ante la multitud dentro del móvil, él tenía miedo a estar solo, miedo ante todos los objetos desconocidos que lo rodeaban en ese momento. Pero lo que de verdad tocó mi corazón fue que su padre estaba ahí… dándole una mano de apoyo que posaba sobre el hombro del niño y recordándole lo mucho que lo amaba, demostrándole que mientras él estuviera a su lado todo estaría bien. Formando seguridad en el pequeño, convirtiéndose en el súper héroe personal con el que cada niño sueña y sobre todo dándole una razón para soñar mañana.

A veces nosotros no valoramos a los padres que tenemos o viceversa existen padres que no valoran a los hijos o la esposa que tienen. Siendo sincera no soy de las que cree que existen las familias perfectas. Para mí la familia es unión quizás no con los componentes “normales” mamá, papá e hijos pero si con los que te aman.

Valoremos a quienes nos rodean y recordémosles a los nuestros lo mucho que los queremos a pesar de las diferencias que podamos tener. Porque la familia es la que irá de tu mano hasta el fin del mundo.

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